28 noviembre 2012

Artista prodigioso


Vivimos una época donde la tecnología cambia profundamente  al ritmo de un chasquido,  manejamos programas complejos, pero ¡por favor!, que no nos pidan hacer una operación matemática. 

Suma y resta, quizás serían posibles, pero multiplicaciones o divisiones, hummmmmmmm… Cuesta  un  poco no?  Ni que hablar de las operaciones  con “quebrados”. 

Para los que no están en tema: nó, no me refiero a los tratamientos médicos de personas con huesos rotos, estoy hablando de los números fraccionarios o fracciones.

Si no tenemos a mano una calculadora, o celular, nuestro sistema mental esta “caído”, hasta para las operaciones más sencillas.

Me refiero a partir de este momento a otra época, los primeros años del siglo XX.

Todos lo sabemos, pero vale la pena recalcarlo: en aquel tiempo no existía el móvil o celular, no computadoras, no calculadoras, no transmisores diminutos. A lo sumo, para resolver problemas matemáticos se utilizaban las reglas de cálculo, hoy desaparecidas, y que terminaron de usarse allá por la década de 1970, o pocos años antes.

Ubiquémonos ahora en 1904, que es cuando en la Ciudad de Rosario se inauguraba el hermoso Teatro Colón en la intersección de las calles Corrientes y Urquiza, sala con capacidad para 1300 espectadores, que los rosarinos estamos llorando desde 1958, año en el cual la piqueta realizó su trabajo de demolición.

El tema es que al año siguiente de su apertura, se presentaba en 1905, uno de los más grandes calculistas relámpago de todos los tiempos, el italiano de nacimiento Jacques Inaudi.


Según comentan, el italiano luego nacionalizado francés, no sabía leer ni escribir hasta sus 20 años, pero tenía tremenda facilidad para las operaciones matemáticas.

En las instalaciones del Teatro Colón se publicitaba la Star Company, cuya principal atracción y cabeza de reparto, era el calculista, a quien acompañaban Miss Allis excepcional equilibrista, y la sonámbula Mademoiselle Clementina con sus efectos de sorprendente adivinación. La troupe se completaba con otros cuadros cómicos de pantomima al estilo Frégoli, actos de prestidigitación, y excéntricos musicales entre otros artistas.

Una rara mezcla de vaudeville, que era justamente lo que atraía la atención del público, y producía su masiva concurrencia al Teatro.

Las gacetillas periodísticas, informaban que Inaudi manipulaba las cifras y las operaciones cual malabarista de los números. Según un cronista local: “… una divertida gimnasia intelectual de giros eléctricos. El primer efecto que producen sus soluciones tan rápidas, es como si la larga tirada de cifras fuera el resultado de una combinación embrollada, que estuviera de antemano escrita en su cerebro, es de una sorpresa inesperada y risueña… el fenómeno no encaja en los moldes comunes a los que producen las celebridades en espectáculos de salón. Ya fuera facultad nativa o producto de inexplicables fórmulas exclusivamente personales, su facilidad para el cálculo deja en quien lo observa, una especie de obsesión persiguiendo vanamente sus explicaciones lógicas…”.

En 1907, los periódicos de otras partes del mundo contaban maravillas inexplicables, por ejemplo los estadounidenses reflexionaban, que si bien a la mayoría de las personas les resulta dificultoso hacer dos cosas en forma correcta al mismo tiempo, Inaudi era una excepción a esta regla, pues él hacía varias cosas a la vez, no solo bien, sino a la perfección.


Tan destacables eran sus facultades mentales, que era considerado como teniendo dos cerebros; podía realizar varios juegos ya fueran de cartas, de damas, de ajedrez, u de otro tipo en forma simultánea, mientras resolvía problemas matemáticos que le eran planteados al mismo tiempo.

Algunos ejemplos simples eran: conociendo la fecha de nacimiento, en instantes informaba el número de meses, semanas, días, horas minutos y segundos, que esa persona había vivido; sustracciones de números de 24 dígitos. Sí!, la resta de dos números de 24 dígitos cada uno. Debo reconocer que en mi caso me cuesta cuando debo recordar números con más de 4 o 5 dígitos!!!!

Probablemente hoy día aquel acto no causaría tanta sensación. Con la tecnología hemos perdido mucha de nuestra capacidad de asombro, pero aún a la distancia, pensar que un pastor de ovejas durante su infancia y pre adolescencia, y casi analfabeto hasta sus 20 años, haya llegado a tal punto en las operaciones matemáticas es digno de reconocimiento.

El gran maestro de los cálculos relámpagos fue un fenómeno para este tipo de ejercicios. No necesitaba lápiz ni papel, todo era realizado en el espacio virtual de su mente.

Hace pocos días se cumplió un aniversario de la muerte de Inaudi, no quiero exponerme a escribir cuantos años hace, por temor a que me salga mal la cuenta, pero lo cierto es que el calculista superrápido murió en Francia un 26 de noviembre de 1950, a los 83 años de edad.

Hay muchos casos históricos parecidos, pero relato algo que tuve oportunidad de observar en la televisión rosarina en 1980. El español Antonio Pulido, que nació en el mismo año que muriera Inaudi, debutada en un canal de televisión local, realizando cálculos complicados al estilo del ítalo francés, sin lápiz ni papel. Su única ayuda, si la memoria no me juega una mala pasada, era una especie de recorrido o contaje, de los botones de su camisa. Ese era el ábaco con el cual realizaba sus cálculos.

A medida que pasan los años uno apela más frecuentemente a los sentimientos, a las remembranzas, por eso un recuerdo para mi madre, quien solo con 3er grado de primario, y mentalmente (sin papel alguno), realizaba operaciones de suma y resta de 3 y 4 dígitos, y multiplicaciones de dos cifras en contados segundos, mucho más veloz que yo con mi calculadora de bolsillo.

Finalmente refiriéndonos a los calculistas superveloces, y parodiando a Don Quijote de la Mancha cuando le hablaba a su escudero: Cosas vederes Sancho, que non creyeres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios.