17 noviembre 2011

La Jardine Ellis

Corría el primer año de la década del 80, y Ming Ho, el recordado Padre Fernández, mago y sacerdote salesiano, me convenció en su negocio mágico de Bernal, que comprara aquella anilla metálica con la cual se hacían maravillas.

El efecto clásico, consistía en que una anilla sólida se enhebraba en forma inexplicable en una cinta o soga con sus extremos anudados.

Todo se entregaba al público para su examen.

Aquella anilla era distinta a las que yo conocía, porque en lugar de ser niquelada, de acero, y de sección circular, lucía de bronce, y su sección era rectangular.

Tiempo después conocí el modelo cuya sección era hexagonal.

Alfredo Vega, mago Ve-Ga, excelente tornero y matricero de Rosario, fue uno de los que fabricaban aquella hermosura. Su hijo Fredy, mago, Ingeniero y amigo personal, continúa los pasos del padre y hasta hoy día sigue produciendo la Jardine Ellis.

Por unos pocos años realicé tres rutinas con la anilla, y después quedó guardada, arrumbada en un cajón con otros tantos elementos mágicos.

Desde aquella época, me sobrarían los dedos de una mano para contar las ocasiones en que tuve la ocasión de presenciar rutinas con la anilla de Jardine.

Hasta aquí el recuerdo personal.

El nombre de la anilla recuerda justamente a quien la inventó: Jardine Ellis, mago inglés, cuyo nombre verdadero, Duncan Lorne Campbell, así como su seudónimo artístico, permanecen como otros tantos, bien guardados en el recóndito baúl de los recuerdos.

En contadas oportunidades acudimos a ese cofre, para desempolvar y dar crédito a creaciones de quienes nos dejaron algún legado.

Aquel ingenioso efecto fue presentado por primera vez en Londres en 1910.

Muchos magos importantes de mediados de siglo XX, desarrollaron rutinas con la anilla de Jardine, y escribieron libros y artículos al respecto.

Entre ellos George Johnson “The Rod and Ring”, B. Millidge “The Jardine Ellis Ring”, U. F. Grant “Ellis Ring on Rope”, Lewis Ganson, etc.

La rutina de la anilla fue un clásico en las manos de Sam Leo Horowitz “Mohamed Bey”, quien rindió tributo al inventor en el libro “Rutines for the Jardine Ellis Ring on Stick and Ring Rope”.

Horowitz trajo a la Argentina su espectacular rutina a mediados del siglo XX, cuando visitaba nuestro país en ocasión de sus trabajos en cruceros.

Jardine Ellis también nos dejó otras creaciones. Nombraré solamente dos de ellas.

* La producción de un vaso de vino, a partir de un pañuelo prestado, y sobre la palma de la mano. Ocurría la milagrosa aparición en las mismas narices del público. Todos los elementos se daban a revisar.

* Uno de los métodos de predicción mas creativos, y muy usado en nuestros días.

Al igual que muchos magos actuales, mi amigo Tomas Moore del Grim (Grupo Rosarino de Ilusionistas Mágicos), lo realiza a menudo en sus presentaciones.

Un sobre colgando de una cinta a una altura tal que el mago no puede manipularlo ni alcanzarlo, se encuentra en el escenario desde el comienzo del espectáculo.

La presentación de la historia consiste en que el público nombra lugares, nombres, números, etc., los cuales son escritos en un pizarrón.

Cuando el mago baja el sobre y lo abre, en su interior hay un papel donde la predicción coincide exactamente con lo expresado por el público.

Copperfield rememoró la creación de Jardine en uno de sus especiales en su rutina del “Graffiti”.

Cosa curiosa, Ellis tenía una visión muy particular acerca de la preservación del secreto mágico, y a aquellos que les vendía sus exclusividades, les exigía por escrito que debían mantener el secreto.

En cierta ocasión dio una conferencia sobre varios de sus exclusivos efectos.

La condición para los invitados (que el mismo seleccionó), era que debían ser capaces no sólo de presentarlos de una manera indetectable, sino también que fueran de tal confianza, que mantuvieran el secreto para sí mismos y bajo ninguna circunstancia, divulgarlo a nadie, ni siquiera describir el efecto a otro artista profesional.

Los que asistieron a la conferencia (abonando el ticket por supuesto), fueron obligados a firmar una declaración comprometiéndose a no comentar ningún secreto, ni utilizar ningún efecto explicado, salvo que no fuera para sus presentaciones personales.

Parece ser que Ellis dejó sentado que a su muerte, todas sus notas y registros debían ser destruidos.

Sea por lo que fuere, sus deseos no fueron cumplidos, y la magia ganó en mucho, y por supuesto los magos ganaron más.

Jardine Ellis, casi un desconocido para nosotros, nos dejó tesoros mágicos desconcertantes, sobre los cuales poco crédito le hemos brindado.

Murió con solo 42 años a comienzos del año 1923.