12 agosto 2011

Tony Cachimpunga – Magia en el Circo

El Circo Criollo

Los finales del siglo XIX, y varias décadas del XX, fueron épocas difíciles, y duras para algunos artistas, pero ellos disfrutaban plenamente lo que hacían.

Por ese motivo, ponían toda su energía y entusiasmo por aquel arte tan especial, que combinaba varias disciplinas tales como el teatro, la magia, y las especialidades circenses.

Aquellos soñadores no se formaban de manera académica, sino que toda su cultura, era fruto de la tradición familiar o de su arduo aprendizaje en el diario devenir. No existían la televisión ni internet.

El personaje que ocupa este espacio, fue uno de aquellos forjadores de esa escuela de artistas, que eran los cultores del circo criollo, en el cual se desarrollaba no solo la actividad circense, sino que además se presentaban obras de teatro, generalmente dramas, que tenían que ver con la realidad social de la época.

Tony Cachimpunga

Don Alfredo Fracchia, nació en Italia en 1892, y casi toda su vida se desarrolló en el ambiente circense. En toda su carrera, al margen del espectáculo circense, llegó a representar más de 350 dramas de teatro.

A través de algunos amigos del ambiente, aprendió sus primeros juegos de magia. Mas tarde amplió su repertorio, mediante los pocos libros disponibles de la época.

Por 1913, solía trabajar en colonias rurales en las cercanías de Rosario y Buenos Aires, y sus escenarios en los comienzos, eran las estaciones de policía o de ferrocarril, almacenes de Ramos Generales, y muchas veces directamente a campo abierto, donde el espacio escénico era delimitado por los coches o carruajes tirados por caballos de los mismos espectadores.

La mayoría del público pagaba en especias: pollos, lechones, verduras, etc., y la función era observada ya sea desde el propio medio de locomoción de los espectadores, y a veces sentados en el suelo, o bien sobre cajones de vino o de verduras.

Tiempo después, crecería el emprendimiento familiar, y entonces el espectáculo transcurría en una humilde carpa.

Valentina, la mujer de Alfredo, era su ayudante, cantaba, tocaba la guitarra y también “tragaba fuego”. Cada uno de sus hijos, tenía una especialidad dentro de la actividad del circo.

Alfredo, en su rol de Tony Cachimpunga, divertía a la gente con sus ocurrencias de payaso, y realizaba la magia del espectáculo. Todos sus elementos y aparatos eran construidos por el mismo.

Alfonso, uno de sus hijos, a quien entrevisté en 1988, me comentó los juegos que realizaba Cachimpunga.

En general eran los comunes de la época, pero uno de los que llamó mi atención fue aquel que figura en uno de los tomos de la Enciclopedia de Magia de Tarbell.

Un pañuelo del público era colocado en un marco de madera, se tapaba con papel de periódico, y luego era agujerado a través del papel en varios lugares; el dueño del pañuelo sufría con cada destrozo, pero finalmente cuando se retiraba el papel, toda la tela estaba tan sana como al principio.

Todos sus juegos eran condimentados con la gracia del payaso que ponía colorido al espectáculo.

Lamentablemente, ninguno de los hijos se interesó por la magia, y todos los equipos habrán terminado en algún basurero, según Alfonso.

Es una pena que las propagandas y avisos de sus giras, y los programas del espectáculo, muchos escritos a mano, corrieran igual suerte.

Sobre el final de su vida, Alfredo Fracchia el “Tony Cachimpunga” y su mujer Valentina, operaban una calesita de su propiedad que recorría todos los barrios de Rosario, y terminaron por asentarse en forma fija y definitiva, en una barriada humilde de los suburbios de nuestra ciudad.

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