15 diciembre 2011

Una historia graciosa

Harry Bosworth fue un mago inglés, y también fabricante de elementos de magia. Una de sus principales creaciones eran las flores resorte, por las cuales fue muy reconocido por sus colegas, y también llegó a publicar un magazine mágico.

Cerca del año 1920, Bosworth cumplía funciones de Asistente del Director Escénico en el Teatro Empire de Sheffield, en Inglaterra, una de las salas mas prestigiosas de ese país, con una capacidad de 3000 espectadores.

Muchos de los magos famosos de la época se presentaron en el Empire de Sheffield: David Devant, el trío LeRoy, Talma y Bosco, etc.

Fue en ese teatro, en 1904, donde Harry Houdini fue desafiado a escapar de unas nuevas esposas diseñadas por un oficial de policía.

Bosworth, descendiente del conocido mago John Henry Anderson "The Wizard of the North”, era un gran conocedor de la magia y su historia, y también un personaje algo polémico, con comentarios picantes en sus dichos y escritos.

La historia que sigue, la conocemos gracias a su relato.

Una vez finalizado su contrato en la Dirección Escénica del Empire, el cargo fue ocupado por una persona que realizaba tareas técnicas en el Teatro, mas precisamente un carpintero. Vaya uno a saber el motivo de tal designación.

Uno de los primeros desafíos del aquel artesano de la madera, fue asistir nada menos que a Carl Hertz, el mago estadounidense que había paseado su espectáculo, casi por el mundo entero.

Dentro del programa, se incluía la “Cuerda de la India”, sin duda una de las ilusiones más controvertidas en la historia de la magia.

Se trata de aquel efecto, donde una cuerda queda rígida verticalmente, un asistente trepa por la misma y se pierde de vista.

Ante el requerimiento del mago para que el asistente retorne al escenario, este desobedece sus órdenes, ante lo cual el ilusionista con un cuchillo entre sus dientes trepa por la cuerda, y al instante comienzan a caer partes desmembradas del cuerpo del ayudante.

A posteriori, el destrozado cuerpo del asistente es restaurado dentro de una cesta.

En el debut, Hertz lanzó la cuerda en el aire, y como sucedía normalmente en cada show, para dar mas suspenso al efecto, la cuerda no quedaba rígida en el primer intento, y caía al piso.

El mago intentaba nuevamente, y por supuesto continuaba cumpliéndose la ley de la gravedad: la cuerda pesadamente se desplomaba al escenario.

Silencio total en la sala, el público inquieto pensaba que las cosas no iban bien.

Pero quien podría imaginar que aquello era parte de la presentación ?.

Recién en la tercer tentativa y de acuerdo a lo planeado, la cuerda comenzaba a subir y quedaba rígida, en una verticalidad casi perfecta.

Aplausos ¡ …. Pero en medio del clamor ocurrió algo que el mago no preveía.

Algún mecanismo no había cumplido su cometido, y la cuerda volvía a caer y yacía inerme sobre el escenario.

Había una diferencia con las anteriores intentonas: esta última no estaba prevista.

Hertz disimulando su mirada desorbitada, ladeando su cara, con su boca entreabierta y su labio inferior ligeramente ladeado hacia un costado y hacia abajo para poder susurrar mejor, pidió el cierre de telón en forma urgente.

Rápidamente se realizó la reparación, y el espectáculo se reanudó.

A partir de ese incidente todo continuó a la perfección.

Llegó el turno de la segunda función.

Como de costumbre Carl arrojo la cuerda, y recién en el tercer lanzamiento, lenta, y misteriosamente, la soga comenzaba su subida vertical.

Pero en ese momento …… consternación, ……. Carl, quedó paralizado cuando oyó el toque siniestro de una campanilla cuyo sonido provenía de bambalinas.

Nuestro carpintero devenido en Director de Escena, suponiendo que lo ocurrido en la primera función era parte de la rutina usual, estaba ordenando que cerraran el telón, y por supuesto sus órdenes fueron cumplidas.

En esta oportunidad no eran causas técnicas, intervenía el factor humano.

Harry Bosworth relator de esta historia, comenta que nunca antes en su vida, había oído a un mago usar un lenguaje tan fluido, colorido, completo, y florido como el que Carl Hertz utilizó para dirigirse a aquel Gerente Escénico.

Nada se dice si nuestro carpintero continuó desempeñando el mismo cargo ejecutivo.

Se trata de una historia divertida para quien la lee, pero seguramente Carl Hertz, debe haber perdido el sentido del humor en esa ocasión.

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