Una vida repleta de profesiones diversas, viajes,
deserciones, deporte, magia, encarcelamientos, y también un vigoroso interés
por el sexo femenino.
El relato y las fotos fueron publicados por la revista Emilia Romagna, nombre que refiere a una
región del norte italiano, zona de donde es oriundo el protagonista de la
historia.
Todo comienza en 1890 cuando en la ciudad italiana de Lugo,
Provincia de Rávena, nace nuestro personaje que llevará una vida de aventuras y
andanzas como pocas.
Algunos problemas de conducta sumado a las malas compañías en
su niñez y adolescencia, hacen que el jovencito pase algunos días en calabozo.
Con 16 años de edad, comienza a trabajar en distintas especialidades:
mensajero, obrero de mantenimiento de ferrocarriles, pastelero, panadero, camarero,
albañil, algunas de ellas las desempeña en su ciudad natal y otras en Alemania,
y Suiza, donde se enamora y se casa con Pierina.
Entre trabajo y trabajo, disfruta el tiempo libre
aprendiendo juegos de manos en forma autodidacta, lo que le da la oportunidad
de presentarse como ilusionista.
Se inicia en sus primeras armas como mago, pero las
circunstancias y su pasión por el deporte hacen que comience a participar en
carreras de maratón, donde obtiene varios premios, entre ellos el campeonato de
Lugano en 1908/09.
Correr significaba para él, escapar a la rutina, huir,
alcanzar la libertad.
Ya cumplidos los 20 años y con dos hijos es llamado al servicio
militar, pero su afán de aventura es mucho más fuerte que su obligación cívica.
Con algunos amoríos intermedios y lejos de Pierina, su amor por la libertad,
hace que deserte del Regimiento de Bersaglieri, y pase a Francia.
Sin una moneda en el bolsillo, una ocurrencia surgida de su
espíritu de sobrevivencia le proporciona algunos dividendos: junta tierra de la
calle, la lava, acondiciona y la vende como talco contra piojos.
Una nueva etapa en su vida es cuando pasa a ser empleado en
un parque de diversiones, donde pregona el espectáculo en una divertida mezcla
de italiano y francés, que causa mucha gracia entre los franceses. Continúa con
nuevos amores, lo que incluye un hijo extramarital.
Su pasión por el deporte no decae, y continúa compitiendo en
carreras pedestres, ganando premios importantes.
Luego se desempeña en un trabajo en una fábrica de azulejos,
y otro de pintor, como para completar su curriculum.
Llega 1914 y estalla la Primer Guerra Mundial, por lo que decide volver a Italia y entregarse a las autoridades, dado su carácter de desertor. Es reincorporado al ejército, pero su espíritu de libertad es tan fuerte que deserta nuevamente, pero esta vez con un detalle fuera de lo común: la fuga del cuartel no es con vestimenta de soldado. Nó ¡, las únicas prendas que viste durante el escape son sus pantalones cortos, camiseta y calzado deportivo. Como si se dirigiera a competir en una de sus carreras de maratón.
Siguen las aventuras por distintos países, se enrola en la legión
garibaldina que combate en Francia, y ya en Marsella ejerce de pintor y
vidriero, sin dejar de lado como de costumbre, las aventuras amorosas con
varias damas.
Continúa con otro alistamiento en los bersaglieri, fuga
posterior, noches a la luz de la luna acompañado por bellas damas,
procesamiento militar, condena, prisión, y luego rumbo al frente de batalla,
nueva fuga, y otras desventuras por el estilo.
Terminada la guerra y vuelto a la vida civil, retoma su carrera mágica la cual perfecciona, y junto a su mujer Genoveffa -que no es aquella que le diera dos hijos, porque Pierina murió en 1915-, desarrolla un acto de mentalismo, lectura del pensamiento, y un acto que denominó “La Morte che parla”, La muerte que habla (es solo una hipótesis personal, pero quizás podría tratarse de La cabeza que habla?, The Sphix?).
Exitosas giras por lugares ya recorridos en sus años
juveniles lo llevan por Francia, Suiza y por supuesto, Italia.
El deporte seguía siendo un imán que lo atraía firmemente,
aún hasta los 38 años en que consigue su última victoria en el campeonato
Romagnolo.
No todo estaba dicho en cuanto a profesiones se refiere, se
convierte en fotógrafo ambulante, documentando no solo eventos sociales, sino
también la vida cotidiana de la gente común.
Ya sobre los años 60, las remembranzas de su nieta Mirella,
quien aportó toda la información, lo recuerdan durante el día como fotógrafo en
la playa, entrada la tarde con su show de magia en la zona del paseo marítimo,
y a la noche encerrado en su laboratorio revelando fotos.
Seguramente deben haber quedado algunas profesiones y
especialidades en el tintero, pero con
las enumeradas bastan y sobran.
Desconozco la fecha de su muerte, pero magos amigos italianos que he consultado y que lo conocieron hace ya varios años, lo recuerdan como un señor mayor, más bien de carácter serio, que asistía regularmente a las reuniones del Círculo Mágico. Estimo que no conocían su trayectoria, porque no me hicieron ningún comentario especial sobre él. Y vaya que habría para hablar!
Es probable que su nombre no se encuentre lo suficientemente
acreditado en la historia del arte de la magia, pero dado que uno de los objetivos de este blog es sacar a la luz a
personajes poco difundidos, me pareció interesante presentar tal pintoresca
personalidad.
Cada uno sacará su propia conclusión, pero nadie podrá negar
que fue un hombre con una profunda afición por “le belle donne”, que el deporte
lo transportaba a un plano superior, y que disfrutaba la vida a su manera, y
tampoco ninguno podrá contradecir que Alfredo Giovannini amaba
la libertad por sobre todas las cosas.
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