09 diciembre 2009

Un caso de piratería

Hay 5 personajes en la historia que sigue.

Cuatro de ellos son muy conocidos e importantes en el mundo de la magia, aunque ya están muertos.

El quinto, también desaparecido, fue un mago tan importante como los anteriores, pero estimo que no ha sido tan reconocido ni nombrado.

La causa

Érase un mago protagonista en los comienzos del siglo XX, y más, podríamos decir una de las grandes estrellas de la época.

Año tras año, recorría el mismo circuito con su imponente espectáculo.

Justamente por ese motivo, le era esencial presentar al menos en cada temporada, tres o cuatro ilusiones nuevas, como recambio del show.

Un retoque por aquí, algún cambio en la presentación por allá, y sumando los nuevos efectos que comentaba en el párrafo anterior, hacía que el show pareciera completamente renovado en cada oportunidad.

No era fácil la tarea, la imaginación no daba para tal rendimiento.

Por tal circunstancia, nuestro personaje debía recurrir a las mentes más creativas de la época, para conseguir las ilusiones de recambio.

Pero en oportunidades la cosa se ponía difícil, y para salir del paso, este mago echaba mano a efectos sobre los cuales no tenía los derechos adquiridos.

En otras palabras, tomaba “de prestado”, y sin el consentimiento de los verdaderos creadores, aquellos juegos de magia que engarzaban en su show.

Esa actitud, le trajo serios problemas por litigios judiciales, en cuanto a violaciones del derecho de autor.

La situación

En una oportunidad, mientras nuestra estrella presentaba su show, y en el momento que anunciaba una de sus grandes ilusiones, una persona del público se puso de pie, y a los bramidos acusó al mago de ladrón, mentiroso y pirata.

La incómoda situación ocurrió en Nueva York, en un teatro colmado de público.

La audiencia impactada en un primer momento, se relajó enseguida, y comenzó a sonreírse, pensando que esta intervención era parte del show. “¡ Que puesta en escena ! ”, se decían, “¡ Que gran idea !”.

Pero la realidad era otra.

El espectador continuó con sus diatribas, llegando a tal punto, que en determinado momento, todo llegó casi al descontrol.

Afirmaba aquella persona, que la ilusión que había sido anunciaba era idea suya, y que se la estaban “robando” al presentarla sin su consentimiento.

En ese instante, y por el tono de la discusión, los concurrentes llegaron a la conclusión que todo estaba desbordado, y que la situación no formaba parte del show.

Como es de suponer, los espectadores desconociendo por completo las intimidades del show bussiness, se pusieron de parte del mago, recriminando a aquel desubicado gritón, su intromisión en el espectáculo.

Pero la cosa no terminó allí.

Tratando de justificarse a sí mismo, el mago dirigió su vista hacia un palco avant scène, donde se encontraban tres personas.

Una de ellas intuyendo el problema se paró, y se dirigió hacia la salida del palco, demostrando que no deseaba ser involucrado.

Los dos restantes, eran un joven que miraba con sus ojos casi fuera de sus órbitas y su boca entreabierta totalmente desconcertado, y un adulto mayor que observaba todo aquel alboroto como si nada, aunque con cara de pregunta.

El mago desde el escenario se dirigió entonces al público, señalando a aquel adulto en los siguientes términos,

“uno de los mas grandes magos de Europa, e inventor de ilusiones mágicas, está sentado en aquel palco junto con mi gran amigo H. H., y yo llamo entonces al Sr. T. B., para que atestigüe sobre quien es el originador de esta ilusión. ¿ No es cierto que este efecto es mío ?”

Desorientado porque el mago se dirigía a su persona, el citado T.B., asintió con la cabeza.

Y así se resolvió el entuerto en el teatro.

El backstage y los actores

El mago en cuestión era el famoso Howard Thurston, y los tres personajes ubicados en el palco aledaño al escenario, eran Harry Houdini, Theodoro Bamberg (Okito), y su hijo David Bamberg, años mas tarde conocido como Fu Manchú.

A Thurston le salió mal la primera movida de ajedrez al querer llamar a Houdini, involucrándolo como testigo, porque el avispado escapista, adivinando la intención de Thurston, y evitando mezclarse en el entredicho, se escabulló a la parte trasera del palco, haciendo gala de su especialidad: “el escape”.

Viendo Thurston que Houdini no quería tomar parte en la disputa, cambió la táctica al instante, y se dirigió entonces a Okito.

Mientras tanto, el joven David en una situación tan desconcertante, no tuvo rápida capacidad de respuesta.

Okito, que como recordamos sufría de sordera, no llegaba a comprender qué estaba sucediendo, y le preguntaba a su hijo qué estaba ocurriendo, pero no recibía respuesta a su pregunta.

Y como no tenía la más remota idea de la situación, inclinó su cabeza como afirmando los dichos, pensando vaya uno a saber, a qué se refería con su contestación.

Los empleados del teatro, retiraron al aquel indignado espectador que gritaba, que resultó ser el Gran León.

Cuando mas tarde Okito se enteró de lo ocurrido, se disgustó mucho con Thurston, y se lo recriminó en forma vehemente después del show, por haberlo arrastrado en esa discusión, en la que no tenía nada que ver.

Pero el daño estaba hecho, no valieron las disculpas de Okito, ya que León rechazó de plano cualquier explicación, y posteriormente emitió opiniones agresivas contra el mago holandés, por considerar que simplemente cumplía órdenes de Thurston cuando realizo tal afirmación.

Recordemos que Okito había trabajado como empleado de Thurston, asistiéndolo y actuando en el show durante algún tiempo.

Okito se hizo un enemigo de por vida, ya que León nunca se lo perdonó.

Gran León y “Fuego y agua”, la ilusión del entredicho

Gran León (León Levy 1876 – 1951), el protagonista de esta historia, es reconocido como uno de los magos más importantes, dentro de los circuitos de vaudeville norteamericano, en los comienzos del siglo XX.

De mente fértil, fue el inventor de varias ilusiones, las que presentaba de manera espectacular.

En mi opinión, había dos de ellas que sobresalían sobre las demás: Fuego y agua, y El Rayo de la muerte.

Fuego y agua, la base de este relato, consistía en una especie de cremación,
en la cual la asistente era consumida por el fuego, para reaparecer enseguida en la parte opuesta del escenario, en el interior de un gran recipiente de vidrio lleno de agua, el cual se encontraba suspendido en el aire.

En la imagen puede observarse el preparativo para la ejecución de Fuego y agua. Quien la realiza, es el australiano Les Levante.

La representación era tan espectacular, que la audiencia respiraba aliviada, cuando la asistente reaparecía dentro de la urna de agua.

La única diferencia entre la original, y la ilusión casi idéntica que ejecutaba Thurston, radicaba en la construcción del mecanismo para el pasaje de la asistente.

Por razones de salud, en 1937 Gran León se vio forzado a retirarse, debiendo vender todos sus aparatos e ilusiones, entre las cuales se incluían Fuego y Agua y El Rayo de la muerte, las cuales fueron compradas por el australiano Les Levante.

La justicia finalmente llegó

Finalmente se hizo justicia, porque Gran León entabló y ganó en los tribunales el juicio a Thurston, por el uso de aquella espectacular ilusión.

Lo que aquí se comenta, ha sido relatado por Fu Manchú en su biografía, en su papel de testigo presencial de aquel suceso.

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