08 febrero 2012

El Trile o Mosqueta

Son muchos los juegos o entretenimientos que se prestan para que las personas pueden ser embaucadas.

Quizás no es el juego en sí mismo, sino las trampas, desconocidas por los incautos apostadores, que conspiran para que luego los jugadores compulsivos, deban pagar un precio muy alto por su obsesión.

Los magos conocen bastante sobre este punto, porque muchas de la técnicas utilizadas, tienen que ver con el arte del ilusionismo.

Uno de los juegos donde es muy fácil engañar a la gente, es el conocido como la “Mosqueta“, o las “Tres cascarillas”, o el “Trile”, según los países.

Esos nombres son sinónimo de fraude cuando se utiliza en apuestas, caso distinto, cuando se utiliza con fines de entretenimiento o diversión.

Hay muchos antecedentes sobre la historia de los fraudes en los juegos, pero según parece, la mosqueta comenzó a jugarse en el siglo III A.C.

Se realiza con cartas, dedales, cubiletes y otros objetos similares.

En los centros de las grandes ciudades, es común observar a grupos de viandantes arremolinados en torno a un operador de mosqueta.

La escenografía no puede ser mas elemental: un simple cartón a modo de mesa, tres tacitas o cubiletes o cáscaras de nuez y una bolita. Solo eso.

Los elementos son tan básicos, que ante el caso que aparezca la autoridad policial, la prueba desaparecerá en un segundo. Todo muy simple.

La bolita se coloca debajo de uno de los cubiletes o tazas, o cáscaras de nuez. El operador cambia lentamente la posición de las cascarillas, los movimientos son totalmente limpios.

Donde esta la bolita ? aquí, allá, o acullá ?.

Comienzan las apuestas, y no hay vuelta que darle, la “banca” gana siempre; el “punto”, resigna sus ahorros y queda con angustia indescriptible.

A comienzos de 1896, el periódico La Capital de Rosario, Argentina, informaba de su preocupación acerca de los timadores en los trenes, y de la falta de presencia policial.

A diario, decenas de incautos eran víctimas de la estafa de la mosqueta.

Con claridad meridiana, el cronista explicaba paso a paso la metodología del inocente pasatiempo, comentando el porque del uso de cada elemento y cada acción.

Viajaban juntos 4 o 5 individuos entendidos en el negocio. Semblanteaban a los pasajeros – una especie de inteligencia previa -, y con su vasta experiencia, elegian a aquellos que fueran “fáciles” para tal empresa.

Uno de los timadores, se hacia notar comiendo y bebiendo hasta quedar ebrio a la vista de todos. Su almuerzo era bien ligero: pan, queso y nueces. Elementos indispensables para lo que vendría luego.

Poco después sacaba un paquete de cigarrillos que contuviera papel estaño en los extremos, y haciendo con este una bolita, inocentemente comenzaba a jugar tapándola con tres medias cáscaras de nuez y pasándola con alguna rapidez de una a la otra.

Otro de los disimulados protagonistas, se acercaba y se interesaba por aquella diversión.

Cada componente de la troupe de fulleros tenia su misión. Uno de ellos comenzaba a conversar con el operador, mientras los restantes comentaban con las futuras victimas, afirmándoles con argumento bien sólidos y combinados, que en otro viaje anterior, le habían ganado al mismo sujeto (el operador) una suma considerable, y que con algo de dinero para apostar, podría vencérselo nuevamente.

El primer compinche que había comenzado a jugar, ganaba continuamente todas sus apuestas, y el ebrio operador perdía en cada apuesta.

Con una actuación digna de un Oscar de la Academia, y con cara de circunstancia, el tirador le suplicaba al ganador que le diera otra oportunidad.

La mayoría de los pasajeros, en general colonos de la región, y con dinero suficiente como consecuencia de abundantes cosechas, veian una manera fácil de ganar dinero y entraban en el circuito de la apuesta.

Mucho mas sencillo (a sus ojos), era ganar dinero apostando a la fácil mosqueta, que el duro trabajo del cultivo de la tierra, la insoportable jornada bajo el rayo del sol, y demás sacrificios.

Desacertada decisión.

El operador, daba un vuelco increíble en la tirada de la mosqueta, y los campesinos comenzaban a dejar sobre la improvisada mesa, el fruto de su esfuerzo diario.

Concluida la faena, los protagonistas con arcas llenas, bajaban en la próxima estación y repartian las ganancias.

Al año siguiente, 1897, publicaciones similares continuaban alertando a los pasajeros de trenes.

Pero aquel llamado de atención del periódico no era suficiente.

Como un imán, todos los inocentes colonos acudían a la mesa improvisada, y continuaban sucumbiendo ante la torpe tirada del fingido ebrio que operaba las cáscaras de nueces.

Contribuía mucho la hábil charla de los timadores acompañantes.

Parece increíble que tantos años después, se continua con la misma metodología, los mismos elementos o sutiles modificaciones, y todavía haya incautos que siguen apostando y perdiendo su dinero con el maquiavélico fraude de la mosqueta.

Sobre fines de los años 70, Jorge Ribak, quien mucho me enseño sobre magia, me comento una anécdota que le aconteciera durante una gira mágica por el sur de Argentina.

Durante el tour en un viaje en tren, se topó con un operador de mosqueta.

El séquito de acompañantes descubrió bien pronto que Jorge conocía la técnica de la tirada.

Uno de los “inductores” se le acerco en forma disimulada, y aplicando un objeto punzante sobre sus costillas, lo “invitó amablemente” a que se alejara, no solo de la mesa de juego improvisada, sino también del vagón donde los apostadores perdían suculentas sumas.

Moraleja: Aunque seas mago o conozcas la técnica, ni apuestes, ni te acerques a una mesa de mosqueta.

En vez de ganar dinero, es posible que cualesquiera del grupo “mosquetero” te haga pasar un mal momento.

1 comentario:

  1. Jajajaja, Lo Increíble Eduardo es que Aún (2013)(en mi país) siguen cayendo personas... ya no es tan común, pero una que otra vez se le ven en plazas y bulevares.
    Con pelotas de tenis Cortadas a la mitad y una mas pequeña hecha de goma. :)

    Saludos!

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