27 enero 2015

Pulman - Un personaje cargado de anécdotas

En el barrio Arroyito la mayoría lo conocía como Pulman, aunque algunos vecinos lo llamaban por su nombre: Don Adolfo.
Nacido en Italia en 1892, Adolfo Corno llegó a Rosario en 1904.
De oficio zapatero, su afición por la magia lo convirtió en un mago trota escenarios desde las primeras décadas de 1900, hasta ya entrados los 60´s.
Recuerdos desgranados por su hija Coca, el escritor Héctor Zinni, y los aportes del humorista, imitador, y ventríloco Hugo Negri (Hugo Pimentel), quien compartió escenarios con Pulman, permitieron llegar a recrear el perfil de este singular personaje.
A costa de entusiasmo, y de presenciar espectáculos de cuanto mago se presentara en Rosario, Adolfo fue creciendo en el Arte Mágico.
Sin televisión ni internet, la escasez total de bibliografía requería de mucha creatividad para desarrollarse como autodidacta. Por ese motivo casi todos los efectos de Pulman eran de su propia fabricación.
De carácter afable y bromista, los chicos rodeaban continuamente a Corno pidiéndole que realizara sus ilusiones. La gente se divertía mucho, pero quien más disfrutaba era el propio mago.

De giras y rutinas

Cada fin de semana, Pulman cargaba sus trajes, telones, las calaveras pintadas para su acto de mentalismo, sus valijas, y partía rumbo a alguno de sus destinos. Rosario, Paraná, Firmat, Santa Fe, y otras muchas localidades apreciaron el talento del mago.

Muchas veces volvía con los bolsillos vacíos, y el comentario obligado era “no salgo más”. Pero tal afirmación duraba unos pocos días, porque al fin de semana siguiente, reaparecía el ritual de los preparativos para la partida.
No importaban los sacrificios, su motor impulsor, eran sus ganas de entretener y divertir a través del arte mágico.
De aspecto impecable, Pulman cuidaba el detalle, smoking blanco para el verano, y vestimenta negra en invierno.
Antiguos programas, permiten apreciar sus espectáculos en varietés, cines y teatros y en los llamados números en vivo de los cines, donde en los intermedios de películas, artistas de variedades, entre ellos los magos, presentaban sus rutinas.
Escamoteos, manipulación con monedas y bolas, cartas, desaparición de un canario en su jaula, efectos con palomas, patos, conejos, cintas y pañuelos, eran parte de su repertorio.

 

 El diluvio

A través de las épocas, ha sido común que muchos magos publicitaran hechos espectaculares, efectos imposibles de realizar, que luego generaban ficciones, y que pasaron a formar parte del bagaje de muchos artistas.
Pulman aprovechó esa idea. En cierta ocasión, prometió que caería un diluvio que inundaría toda la localidad de Granadero Baigorria en el transcurso de su función.
Un público expectante aguardaba la presencia del mago. Una vez en escena, Pulman observo que las primeras filas, estaban ocupadas por un público que prevenido ante su prometido acto, portaba su propio salvavidas improvisado: cámaras de auto infladas para evitar ahogarse en caso de consumarse la afirmación del mago.
En el punto culminante de su rutina, y ante la inminencia del gran diluvio, aparecía un policía de a caballo, anunciando que la función debía suspenderse, para evitar daños a la población.
El duro entredicho entre el mago y el guardián del orden, culminaba cuando Pulman era conminado a finalizar su presentación y retirarse del lugar, bajo amenaza de ser conducido al calabozo en caso de no acatar la orden de la autoridad.
Ante tal frustración, el apesadumbrado mago se disculpaba y se despedía de la concurrencia.
Pero un detalle desconocido para el público completaba esta historia: el hermano de Pulman – un policía verdadero – era el vigilante que presionaba rudamente al mago para evitar un desastre.
Aquella situación, había sido ensayada en detalle entre hermanos, para que la puesta en escena fuera lo más creíble posible.
Muchos años después, el hijo de Pulman, recibió un comentario de un vecino de Baigorria, quien “recordaba” cuando el mago había provocado la inundación en el pueblo, llegando incluso a marcar con gestos la altura que había alcanzado el agua.

La lectura de manos

Mucha gente le insistía para que le leyera las manos, pero Pulman rechazaba los pedidos, no era esa su especialidad, y no dominaba ese tema.
En una oportunidad, ante el denso requerimiento de una mujer, se vio obligado a aceptar el pedido.
Mientras se le ocurría algo, frunció el seño y mirándola fija a los ojos le señaló: “Señora yo acá veo algo…” La mujer mirando hacia los lados y bajando la voz le interrumpió nerviosa: “Por favor, cállese, no se le ocurra decírselo a nadie, y menos a mi marido, porque si no me echa de la casa, o peor,…me mata”. Alejándose presurosa, la solicitante dio por finalizada la lectura de sus manos.
Su inesperada confesión, seguramente alguna infidelidad que el mago ni siquiera se le había ocurrido imaginar, terminó abruptamente con la interpretación de las líneas de la palma.

Los zapatos de la mafia

Entre las décadas del 20 y del 30, la mafia imperaba en Rosario. Había que ser un hábil artesano, para que los capos mafiosos requirieran de los servicios de alguien ajeno a la organización.
Pulman debía serlo, porque fue convocado por alguien cercano a Agata Galiffi, hija del famoso capo mafia Juan Galiffi “Chicho Grande”, para que le confeccionara los zapatos.
La hija de Adolfo Corno recordaba los relatos de su padre cuando debía trasladarse a la casa de Galiffi para realizar la prueba de los zapatos: la cuidadosa observación a través de mirillas en la puerta antes de franquearle la entrada, y los variados cacheos, por parte de los guardaespaldas.
Una experiencia inolvidable, aunque Don Adolfo el zapatero, se sintió aliviado cuando finalizo su fina artesanía.

Otros tiempos - Funciones a vecinos

Los vecinos más antiguos de calle Juan José Paso al 1200, en Arroyito, aun recuerdan cuando Pulman tenía su taller de zapatero en esa cuadra, y en las fiestas de fin de año, aquella calle de adoquines y de poca circulación, era bloqueada para los festejos de los vecinos.
En un escenario improvisado con tablas, el mago provocaba las delicias de adultos y niños, quienes disfrutaban de las maravillas del artista de la cuadra.
Ferviente entusiasta, aun enfermo, continuo trabajando en la magia hasta pocos años antes de su muerte.
Adolfo Corno, el Mago Pulman, probablemente uno de los primeros magos de Rosario, murió a los 72 años el 14 de diciembre de 1965.



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